Cómo se siembra el tomate
Para empezar, y para evitar confusiones que son muy comunes, hay que dejar claro que la siembra consiste en depositar la semillas del tomate en el suelo o un sustrato para que germinen. En cambio, plantar o trasplantar consiste en introducir en el suelo una planta ya formada para que continúe desarrollándose en la nueva ubicación. No tiene nada que ver una cosa con la otra.
El tomate se puede sembrar en semilleros o almácigos protegidos, lo más común y práctico en regiones con inviernos y primaveras poco cálidas, o directamente en el terreno definitivo, solo válido para lugares siempre cálidos o si se cubre el suelo con un sistema que eleve la temperatura (plástico, vidrio, etc)
Comenzaremos por lo más habitual, la siembra en semillero, pero antes es importante tener claro en qué momento hay que realizarla, y eso lo explicamos en el siguiente enlace.
✔ Acertar con las fechas es muy importante para evitar futuros problemas que pueden dañar o incluso matar las plantas...
Siembra en semillero o almácigo
Es la forma más empleada en los países de clima frío y templado o continental, en los que la primavera es bastante fría y puede haber riesgo de heladas hasta bien entrada ésta.
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La siembra en semillero se realiza a principios del invierno, en lugares más cálidos, o a finales de éste, en zonas frías, para trasplantar al terreno definitivo entre principios y mediados-finales de primavera, según cese más pronto o más tarde el riesgo de heladas.
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Recipiente para siembra
El semillero se puede realizar en cualquier recipiente que tenga más de 5 cm de profundidad y agujeros en la base para drenar el exceso de agua.
No es necesario disponer de uno con celdas individuales o alvéolos, ya que el tomate soporta bastante bien el trasplante a raíz desnuda, con los cuidados necesarios para mantener la humedad y reducir la insolación, si fuera necesario. En todo caso, si tiene la opción de adquirir un semillero de alvéolos, siempre será más cómodo a la hora des trasplantar y las tomateras sufrirán menos estrés al conservar en todo momento su cepellón.
Algunos recipientes reutilizados que pueden servir para sembrar tomates son: vasos de yogur, macetas, botes plásticos de bebida, gel de baño, etc, cajas de porexpan, cajas de madera, bandejas de plástico, vidrio o cerámica, palanganas, tuppers, etc. Si se utiliza un recipiente por planta, hay que asegurarse de que sean lisos por dentro, para luego poder extraer fácilmente el cepellón.
Traslúcido u opaco
Hay una gran confusión en cuanto a la conveniencia de que las paredes del recipiente sean opacas o no.
Unos afirman que si dejan pasar la luz, ésta inhibirá el crecimiento de las raíces mientras que otros lo niegan.
Si el recipiente es profundo y tiene un buen tamaño, es preferible que la luz atraviese las paredes porque, de esta forma, las raíces que intenten alcanzarlas serán inhibidas por la luz y darán la vuelta, o pararán de crecer en esa dirección. Si no fuera así, ocurriría algo frecuente en todas las macetas, fácil de apreciar cuando se hace un trasplante. Las raíces alcanzan el borde y comienzan a crecer en círculo alrededor del recipiente. Esto hace que cuando el sustrato se seca por falta de riego y la tierra se separa de las paredes de la maceta, las raíces queden expuestas al aire que entra por la grieta. Si este aire es seco, la planta rápidamente se marchita. Además, ese problema obliga a que en el momento de trasplantar haya que romper con los dedos parte de las raíces exteriores, porque si no podrían dificultar el desarrollo de nuevas raíces.
Sustrato
Aquí también hay una gran controversia en cuanto al mejor sustrato para semilleros. Con o sin humus de lombriz, con vermiculita o con perlita, elaborarlo uno mismo o comprar alguno específico para ese uso. En realidad todo es más sencillo.
Un buen sustrato para semilleros debe contener todos los nutrientes y en un buen equilibrio, estar libre de patógenos, permitir el drenaje del agua y la entrada del aire, y retener bien la humedad.
En mayor o menor medida, estos requisitos los puede cumplir desde una tierra de huerto mejorada, hasta un buen compost casero, o cualquier mezcla de un material poroso con otro que contenga todos los nutrientes que las planas necesitan, y por supuesto, que se encuentren en forma asimilable.
En centros de jardinería se pueden encontrar a la venta sustratos específicos para semilleros, sin duda la opción más rápida, aunque no la más económica.
Compost casero
La gran mayoría de los horticultores aficionados elaboran su propio compost en el huerto.
Si se prepara adecuadamente, es un excelente sustrato para semilleros, mezclado con otros materiales complementarios, como la arena o la fibra de coco.
Elaborarlo es sencillo. Consiste en apilar, en un lugar adecuado, restos vegetales diversos, un poco de ceniza de madera (si se tiene), cáscaras de huevo y conchas trituradas, algo de tierra cuando se aportan residuos de las escardas y limpiezas del terreno, etc.
Al menos una vez al mes hay que voltear el montón, sacando el material y volviéndolo a apilar. Un garabato y una horca, son herramientas ideales para esta tarea.
La pila de compost siempre está llena de lombrices que además del propio compost, se encargan de producir también el popular humus de lombriz. No hay compost casero que no tenga un porcentaje importante de humus de lombriz.
La siembra
➊ Llenar el recipiente. Ya con del recipiente adecuado,y el sustrato bien mezclado y cribado, si fuera necesario, se llena pero sin llegar a enrasar con el borde.
➋ Marcar los agujeros. Con el dedo, un lápiz u objeto similar, se hacen unos pequeños agujeros, de no más de 1 cm de profundidad, alineados y separados aproximadamente entre 4 y 5 cm unos de otros. En semillero de alvéolos o recipientes individuales, un agujero en el centro de cada uno. La correcta separación facilitará mucho los cuidados posteriores, y permitirá que las jóvenes tomateras crezcan de forma más homogénea.
➌ Depositar las semillas. Una vez que se tienen las semillas de la variedad o variedades que se van a sembrar, se depositan 3 en cada agujero y se tapan, aportando tierra de los lados del hoyo. Si quedarán poco enterradas, se puede añadir un poco más de sustrato por encima.
➍ Regar con un pulverizador, una regadera de lluvia fina o si no, colocando primeramente un trapo sobre el sustrato, para que las semillas no queden al descubierto cuando caiga el agua. Hay que evitar que se desentierren, y si esto ocurriera, se empujan con un lápiz hacia abajo para que queden de nuevo enterradas. Este primer riego tiene que ser abundante para empapar bien el sustrato y mejorar el contacto de las semillas con éste.
➎ Situar el semillero. Se lleva a un lugar oscuro o con poca luz y cálido, que se encuentre entre 16 y 28°C. Hasta que comience la germinación, lo único que hay que controlar es la humedad del sustrato. Húmedo siempre pero no en exceso. No debe apreciarse el brillo del agua.
Una vez que las tomateras comienzan a germinar, hay que llevar el semillero a un lugar cálido y muy luminoso, pero sin sol directo. Después de una o dos semanas, ya se pueden exponer al sol.
✔ Saber esto es crucial para seguir esperando a que nazcan las plantas o realizar de nuevo la siembra...
Siembra en el suelo
El zonas de clima cálido y en las épocas correctas ―antes de la estación más seca― los tomates se pueden sembrar al aire libre, directamente en el suelo del huerto, en la ubicación definitiva que van a tener las tomateras adultas o bien en un rincón del que después extraeremos las plantas.
Si se hace en el lugar definitivo, habrá que respetar el marco de plantación y, por tanto, las plantas quedarán bastante distanciadas unas de otras.
En medio nacerán hierbas espontáneas que habrá que controlar regularmente para que no compitan con las tomateras. Para no trabajar en vano y para aprovechar estos espacios vacíos, se pueden plantar lechugas entre las tomateras. Para cuando las tomateras necesiten todo el espacio, las lechugas ya habrán sido cosechadas, y el trabajo de escarda para eliminar las malas hierbas se habrá visto compensado doblemente.
Otra opción interesante consiste en sembrar las tomateras en un rincón del huerto, directamente sobre la tierra, pero con la diferencia de que ahora en 1 m2 pueden crecer muchas plantas, haciendo más fácil el mantenimiento y la protección frente al frío, si fuera necesaria. Es cierto que luego hay que realizar un trasplante al terreno definitivo, pero la tomatera lo tolera muy bien.
Sea en el lugar definitivo o en un rincón del huerto, antes de realizar la siembra habrá que preparar el terreno, dejándolo abonado, suelto y libre de palos, piedras o terrones que puedan impedir la germinación de las jóvenes plantas de tomate.
Una vez que la tierra está lista, se pueden sembrar las semillas de tomate a voleo o a chorrillo, en líneas distanciadas unos 10-15 cm. Esta segunda manera es casi siempre es mejor, porque quedan las plantas más ordenadas, estorbándose menos unas a otras. Igualmente, sea a voleo o en líneas, puede que sea necesario retirar algunas tomateras cuando estás tengan ya formadas sus primeras hojas verdaderas, dejando al menos unos 5 cm de separación entre las que queden.
Es preferible sembrar después de unos cuantos días de buen tiempo, de forma que la tierra se haya podido calentar por acción del sol. Si se cubre el suelo con un plástico transparente o con botellas PET, se logra mantener una temperatura más alta y una germinación más rápida.
Soy ambientólogo, especialista en Gestión de la Calidad y del Medio Ambiente, autodidacta y embarcado desde hace casi dos décadas en el mundo web, amante de la naturaleza y de la vida saludable. Tengo un gran huerto familiar ecológico.