Cultivo de la avellana
Cultivar avellanos en huertos y jardines familiares es una tarea sencilla y que puede aportar muchos beneficios a la familia, de hecho casi que el único perjuicio puede ser tener que recoger sus hojas en otoño, ya que se trata de un árbol de caducifolio.
A continuación se hablará de los beneficios que puede aportar el cultivo doméstico de este árbol, y luego se pasará a describir sus características más destacables y sus requerimientos, para poder así evaluar si se trata de un frutal adecuado para el clima y suelo del lector.
Ventajas del cultivo familiar de avellanos
Son muchos los puntos a favor de cultivar este árbol en el ámbito familiar, pero los siguientes quizás sean los más importantes, desde nuestro punto de vista:
● Árbol muy fácil de cultivar, que requiere pocos cuidados si se planta en un lugar apropiado.
● Muy productivo, tanto en avellanas como en cañas o varas de calidad a las que se les pueden dar diversos usos, como por ejemplo la elaboración de tutores para otras plantas.
● Frutos muy sanos y nutritivos, ricos en proteínas, en fibra y en aceites insaturados (grasas saludables) entre ellos el omega 3 y el omega 6, pero también en algunas vitaminas como la B1 (tiamina) o la B3 (niacina), o en importantes minerales como el calcio, el fósforo, el magnesio o el potasio, pero también se les atribuyen propiedades antioxidantes y protectoras del sistema cardiovascular, entre otros beneficios.
●Conservación sencilla y por largo tiempo, siempre que las avellanas se recojan sanas y se sequen adecuadamente.
● Recolección muy fácil, por caída natural de las avellanas al suelo, por lo que solo hay que tenerlo limpio o cubierto con una tela o red, para recogerlas con suma facilidad.
● Proporciona buena sombra y valor ornamental, tanto por sus tallos como por su copa frondosa, verde en primavera y verano, y de tonos amarillentos, anaranjados y rojizos en otoño, dependiendo de la variedad.
Características del avellano
El avellano común, oriundo de Europa y de la parte más occidental de Asia, pertenece a la especie Corylus avellana, de la familia de las Betuláceas, al igual que los alisos o los abedules, con los que comparte con frecuencia hábitat el avellano.
Se trata de un arbusto de entre 3 y 8 metros de altura, con tendencia a crecer con varios fustes o troncos, que parten todos desde el suelo y se abren en abanico a medida que ascienden. Con podas se puede forzar a la planta a que tenga un solo tronco, pero no es lo ideal por ir en contra de su tendencia natural.
Su madera es lisa y recta en los tallos jóvenes, que luego se van torciendo ligeramente. Es de calidad, resistente y ligera, pero una vez seca se parte con mayor facilidad que otras como la de roble o castaño.
Las hojas del avellano son grandes y redondeadas, enteras y con bordes aserrados.
En cuanto a sus raíces, son muy superficiales, desarrollándose en los primeros 10 - 50 cm de profundidad del suelo.
Las flores son monoicas, es decir, unas son femeninas y otras masculinas. En el mismo árbol no son compatibles entre ellas, por lo que se requiere de otros avellanos que actúen como polinizadores.
La floración ocurre en invierno, cuando el avellano aún no tiene hojas. Primero aparecen los amentos masculinos que liberan el polen al viento en gran cantidad. Un poco más tarde aparecen las flores femeninas, en ramas de un año, en forma de unos apéndices rojizos o morados que salen de algunas yemas. El polen es captado del aire por estas, pero la fecundación no se produce hasta la primavera, quedando el polen reservado hasta entonces.
Los frutos son nueces que aparecen en grupos de 1 a 5, rodeados de un involucro hojoso que las protege. Necesitan unos 7-8 meses para desarrollarse por completo, siendo el verano la época en la que se produce el mayor crecimiento de estos. A comienzos de otoño maduran, el involucro los libera y se caen al suelo.
Clima y suelo apropiados
Al igual que con la mayoría de los frutales, hay que cultivarlo allí dónde las condiciones son apropiadas, aunque no sean óptimas, para su desarrollo, ya que de lo contrario será muy difícil obtener buenas cosechas de avellanas.
Temperaturas
Se trata de un arbusto de clima templado-frío, con un óptimo de temperatura media anual de unos 12-16ºC, y con preferencia por los climas con veranos no muy cálidos (menos de 35ºC de máxima)
Resiste bien el frío en otoño-invierno, desde la caída de la hoja hasta la brotación primaveral, si bien las flores pueden sufrir daños a -1ºC, mientras que los brotes resultarán afectados por debajo de los -4ºC.
Ya en primavera, agradece temperaturas diurnas cálidas, muy beneficiosas para la formación de los frutos, debido a que si la temperatura media máxima no supera los 21ºC, muchas avellanas quedarán huecas.
Para una brotación y floración abundantes, el avellano necesita acumular una cierta cantidad de horas de frío, es decir, la suma de las horas en las que las temperaturas son inferiores a 7ºC. Pues bien, las yemas de hoja y las mixtas necesitan al menos 700 horas frío, mientras que las flores masculinas requieren tan solo unas 500, de ahí que aparezcan antes en los árboles.
Precipitaciones y humedad
Requiere de un clima húmedo, con por lo menos precipitaciones anuales de unos 800 mm, concentrados especialmente en primavera y verano. Esto descarta los climas con veranos secos, aunque con riego es posible cultivar el avellano con éxito.
Cuando el clima es muy seco y cálido, el arbusto tiene dificultades para regular la transpiración a través de las hojas, apareciendo deshidratación en los bordes de estas.
Vientos
Beneficios durante la polinización y tolerables cuando el árbol aún no ha brotado, los vientos moderados y fuertes son muy dañinos una vez que los se desarrollan los frutos, y especialmente a mediados del verano, cuando ya tienen cierto tamaño, provocando la caída prematura de estos.
En los días calurosos de verano, los vientos acentúan aún más el problema de la deshidratación de los bordes de las hojas.
Luminosidad
Muy importante para un buen desarrollo de las yemas productivas, que se reducen mucho cuando la luz escasea y las temperaturas son bajas.
También tiene influencia en el cuajado y en el posterior desarrollo de los frutos, siendo mejor con luminosidades altas que bajas.
Sin embargo, cuando se trata de árboles jóvenes o de avellanos que han sido muy podados y que reciben el sol directamente en sus ramas y troncos, pueden sufrir quemaduras en la corteza, siendo necesario pintarla con cal.
Suelo
Prefiere suelos ni muy pesados ni muy ligeros, como los arcillo-limosos o limo arcillosos, incluso arcillosos pero siempre que tengan buen drenaje y no estén compactados.
Aunque muchas veces se considera al avellano como tolerante a terrenos inundados o encharcados, lo cierto es que sufre problemas de asfixia radicular, pudrición y enfermedades en las raíces, cuando el drenaje no es adecuado.
Un suelo inapropiado tiene un gran influencia en el desarrollo del avellano, en su salud y en su producción, dando pocos frutos, de escaso sabor y de tamaño reducido.
En cuanto al pH, prefiere suelos neutros, con valores comprendidos entre 6 y 7.5. En los muy alcalinos suele desarrollar carencia nutricionales con mucha facilidad, como la clorosis férrica, mientras que en los ácidos suele padecer carencia de magnesio y fósforo, por encontrarse este último en formas no asimilables.
Tolera los terrenos calcáreos siempre que no lo sean en exceso, ya que entonces puede padecer también carencias como la clorosis férrica.
Soy ambientólogo, especialista en Gestión de la Calidad y del Medio Ambiente, autodidacta y embarcado desde hace casi dos décadas en el mundo web, amante de la naturaleza y de la vida saludable. Tengo un gran huerto familiar ecológico.