Cómo plantar una avellana
Aunque los avellanos se suele multiplicar mediante estacas o esquejes basales, una forma rápida y segura de obtener una planta idéntica (clon) a la donante, lo cierto es que por semillas también es posible, aunque puede ser un proceso muy largo e incierto si se desconocen algunas cosas.
Aunque se explicará en detalle más abajo, resulta que las avellanas (las semillas del avellano) se encuentra en un estado de latencia (dormidas) cuando se caen del árbol, y pueden pasar así mucho tiempo antes de germinar.
Por esta y por otras cuestiones que se verán a continuación, es muy importante plantar o sembrar las avellanas teniendo en cuenta la época del año, el estado de la semilla, el lugar en el que se plantarán y el procedimiento a seguir.
Época de plantación
En la naturaleza, las avellanas maduran a finales de verano o principios de otoño, momento en el que se caen del árbol y permanecen en el suelo "dormidas" por tiempo indefinido.
Suponiendo que pudieran superar rápidamente esa latencia, las avellanas caídas al suelo no germinarían en el frío otoño e invierno, sino que lo harían llegada la primavera, en cuanto los días comenzaran a ser más cálidos.
Pues bien, salvo que se valla a plantar avellanas por mera curiosidad, conviene hacerlo a finales de invierno o principios de la primavera. Se podría hacer también más tarde, durante la primavera e incluso el verano, pero los jóvenes avellanos tendrían poco tiempo para crecer y endurecerse antes de la llegada del otoño, por lo que habría que protegerlos del frío.
Si la intención es mantener las plantas un tiempo dentro de casa o de un invernadero, entonces se puede hacer la siembra desde el invierno hasta mediados del verano.
Preparación de la semilla
Continuando con lo que se dijo al comienzo, las semillas de avellano, es decir, las avellanas necesitan despertar de su letargo para poder germinar. Si se plantan sin más, pueden pasar muchos meses o incluso años sin que de ellas germine nada, y lo más probable es que se pudran antes de lograrlo.
La dura cáscara es la primera barrera que impide la germinación, encerrando y protegiendo a la semilla, y por tanto bloqueando la penetración del agua. Antes de sembrar las avellanas, conviene escarificarlas para permitir el paso del aire y del agua a través de la cáscara. Una forma fácil de hacer es golpeando la avellana con mucho cuidado, por ejemplo con un pequeño martillo, hasta lograr que la cáscara se agriete, aunque sea solo un poco.
Una vez hecho esto, la semilla ya podrá recibir humedad del exterior, pero aún seguirá dormida por un tiempo, una adaptación natural para germinar después de que pase el invierno. Para lograr que supere esta latencia, hay que estratificarla en un ambiente frío y húmedo, durante al menos 4 meses.
En climas fríos esto se puede hacer en el exterior, enterrando en otoño las avellanas en arena o tierra húmeda y dejándolas allí para que soporten el frío invernal. En primavera comenzarán a germinar por su cuenta.
En climas no tan fríos, se pueden estratificar en el frigorífico, dentro de un táper lleno de arena húmeda.
Elección del lugar
Como ya se ha dicho, las avellanas tienen que ser sembradas o plantadas en un medio húmedo, como turba, arena, tierra, fibra de coco, etc, pero esto se puede hacen tanto en maceta como directamente en el suelo.
En maceta
La mejor opción cuando se quiere tener a las avellanas muy controladas. Una pequeña maceta ocupa poco espacio y puede tenerse sin problema dentro de casa, a salvo de roedores que podrían desenterrar las avellanas para llevárselas.
Las dos principales desventajas tienen que ver con la necesidad de cuidados regulares, como el riego, y el trasplante posterior del avellano.
Cuando se van a plantar solo unas pocas avellanas, esta es la opción más recomendable.
En cuanto al sustrato, conviene emplear uno que sea capaz de retener bien la humedad, para evitar así tener que estar regando muy a mundo para evitar su desecación. Una mezcla a partes de iguales de fibra de coco, compost y arena, puede funcionar muy bien.
Y en lo relativo al tamaño y forma de la maceta, mejor una alta, de al menos 15-20 cm de profundidad, y 7-10 cm de ancho. Una botella cortada, por ejemplo de leche o refresco, que sea lisa y haciéndolo agujeros en la base, puede funcionar muy bien.
En el suelo
Si se dispone de un terreno, las avellanas se pueden sembrar también en el suelo, bien a modo de semillero, o bien en el lugar definitivo que van a ocupar los avellanos en el futuro.
Conviene dejar la tierra bien suelta y abonada en la zona de siembra, para que los avellanos puedan enraizar con facilidad y obtener todos los nutrientes y agua suficiente del suelo.
Es importante no enterrar demasiado las avellanas, como mucho unos 4 cm, y lo que sí conviene es protegerlas para evitar que los pájaros o los roedores se las lleven. Para ello se puede colocar una malla metálica fina sobre el suelo, de forma que no puedan acceder a él para excavar.
Y hablando de ventajas e inconvenientes de esta opción, sin duda requiere menos cuidados porque el suelo mantiene mejor la humedad que una maceta, y tampoco requiere de un trasplante posterior, cuando las avellanas se siembran directamente en el lugar que va a ocupar el futuro avellano. Desventajas las mencionadas en relación con los animales que se las pueden llevar.
Procedimiento de siembra
Considerando que las avellanas han sido escarificadas para romper su cáscara, y estratificadas en frío, para superar su latencia, los pasos para sembrarlas correctamente son los siguientes:
1 Preparar la tierra o sustrato
Para hacerlo en maceta, se ha dado más arriba una posible mezcla de materiales para el sustrato, aunque serviría también uno comercial para semilleros o incluso sustrato universal.
En la siembra de asiento, directamente en el suelo, hay que retirar la vegetación, cavar la tierra, deshacer los terrones y retirar las piedras grandes, añadir 1 kg de abono casero para plantas, por ejemplo, en cada punto en el que se va a sembrar avellanas, mezclándolo bien con la tierra.
Si se van a sembrar a modo de vivero, se pueden plantar 3 ó 4 avellanas en cada punto (separadas unos centímetros entre ellas), dejando una separación de unos 50 cm entre cada punto, y entre filas al menos un metro, para que se pueda pasar cómodamente.
En cambio, si se van a sembrar ya en el marco definitivo, entonces habrá que dejar una separación de 3-4 metros entre puntos y unos 7 metros entre filas.
2 Enterrar las avellanas
Tanto si se en maceta como en el suelo, es muy importante no enterrar demasiado las avellanas. Cuanto más profundas, más dificultadas tendrán para emerger las plantas y más fácil es que se pudran sin lograrlo.
En realidad con que quedaran enterradas lo mínimo, ya sería suficiente, pero mejor si se dejan tapadas con al menos unos 2 cm de tierra. Como las avellanas de buen calibre, las que conviene sembrar, tendrán unos 2 cm de diámetro, entonces quedarán a 4 cm de profundidad, en la base de estas.
En cuanto a la posición, no tiene demasiada importancia, porque tanto el brote del tallo como la radícula, son capaces de orientarse, el primero hacia arriba y otro hacia abajo. Se puede emular a la naturaleza, simulando que las avellanas se caen del árbol y quedan sobre la tierra. Para ello se tiran unas cuantas al suelo y se observa en que posición han quedado la mayoría, sembrándolas en esa misma posición.
3 Compactación
Tras depositar y tapar las avellanas, conviene apretar un poco la tierra para hacer que el contracto entre esta y las avellanas sea mejor, pero tampoco hay que pasarse compactando, sobre todo si el material está húmedo, como debería ser.
4 Riego
Para terminar la siembra, hay que realizar un riego abundante que asiente la tierra alrededor de las avellanas.
Hay que tener cuidado de que el agua no desentierre las avellanas, por lo que deberá regarse a modo de lluvia fina, como si lloviera.
Soy ambientólogo, especialista en Gestión de la Calidad y del Medio Ambiente, autodidacta y embarcado desde hace casi dos décadas en el mundo web, amante de la naturaleza y de la vida saludable. Tengo un gran huerto familiar ecológico.