Semilla germinada no crece
A todos nos ha pasado alguna vez y es una experiencia frustrante.
Después de poner mucha ilusión y esmero realizando un semillero ―o simplemente sembrando semillas de alguna planta que nos encanta― resulta que no sale nada. ¿Por qué? ¿Qué hice mal?
A veces sí hay germinación ―las plantas emergen de la tierra― pero su crecimiento se estanca repentina e inexplicablemente. Incluso repitiendo el proceso varias veces, puede que siempre pase lo mismo. ¿Qué está pasando? Esta tierra está maldita!
¿Mala suerte? No, para nada! Cuando las cosas no salen es por algo que se desconoce o que no se está haciendo correctamente. Quizás sea solo un sutil detalle que supone una gran diferencia.
Veamos que complicaciones pueden hacer que las semillas no germinen o las jóvenes plantas no crezcan.
En toda germinación hay estas tres cosas: semillas, sustrato y un ambiente. En alguna de estas hallaremos el problema que está entorpeciendo todo el proceso.
Estado de las semillas
Esto es muy importante, crucial! Tener unas semillas no es garantía de nada, ¿o sí? Depende de como se encuentren.
Las mayoría de las semillas conservan su capacidad germinativa solo durante un tiempo: algunos meses, pocos años o cientos de ellos.
Además, esa caducidad depende de como se hayan conservado hasta el momento de la siembra. Si las condiciones no son buenas, es muy probable que las semillas se echen a perder mucho tiempo antes de lo esperado.
Hay que pensar que una semilla es un ser vivo. ¿No lo sabías? Digamos que se trata de la propia planta que se encuentra comprimida y "dormida", esperando para ser despertada y comenzar a crecer.
Como cualquier ser vivo, no puede existir eternamente. Se va haciendo vieja o contrae enfermedades que pueden acabar con ella.
Las semillas sin garantías sanitarias pueden portar enfermedades que luego se manifiestan en la planta una vez germinada. Busca información acerca del origen de tus semillas.
Recolección de semillas
Unas semillas que recolectaste hace un tiempo o que alguien te regala, ¿qué garantía pueden tener? Nadie puede saber si son viables o no, a menos que se haga una prueba de germinación.
Cuando se recolectan semillas hay que secarlas bien, guardarlas en un envase hermético y etiquetarlas con el nombre de la especie y la fecha en la que recogieron. ¿Tienes esta información de tus semillas? Si no la tienes, no puedes confiar en ellas.
Semillas certificadas
Son aquellas que se pueden adquirir en los comercios y que suelen proceder de productores que se dedican profesionalmente a la producción y venta de las semillas.
Pasan controles muy estrictos para evitar que las semillas puedan albergar enfermedades. Son manipuladas y envasadas teniendo en cuenta la óptima conservación de estas.
Al fin y al cabo, ¿quien compraría semillas de una marca si anteriormente no han germinado? Por eso estas semillas ofrecen tantas garantías, porque son los productores los más interesados en que germinen.
En los envases figura una fecha de "caducidad" después de la cual no se garantiza la germinación. Comprueba ese punto.
Envase abierto
Por otro lado, en ocasiones ocurre que se abre un envase de semillas pero no se gastan todas. Entonces, se pliega el sobrecito y se guarda para otra ocasión.
Lo hacemos todos, pero si no se hace correctamente es muy probable que esas semillas se echen a perder y luego no germinen. Hay que evitar contaminar las semillas dejando el sobre abierto, o devolviendo a su interior las que ya manipulamos ―y manchamos.
Si te sobran semillas, pliega el sobre y guárdalo en un tarro hermético y seco. Aún así, ten en cuenta que es muy probable que ya no se conserven en buen estado hasta la fecha que indica el envase.
El aire está lleno de esporas de hongos ―entre otros microorganismos― que pueden entrar fácilmente en el sobre e infectar las semillas. Por eso lo mejor es gastarlas cuanto antes.
Sustrato inadecuado
El sustrato es el medio donde se deposita la semilla para que germine en él. Si este no es adecuado, puede impedir o dificultar, tanto la germinación como el posterior crecimiento de la planta.
Siempre es recomendable realizar las siembras en sustratos específicos para semilleros. Suele estar libres de enfermedades y sus características son óptimas para la germinación y el desarrollo de las plantas jóvenes.
Cualquier tierra puede ser utilizada como sustrato, pero sus características puede no ser favorables. Hay que prestar especial atención a las siguientes:
Estructura
Debe ser esponjosa, suelta, que no tienda a compactarse o endurecerse, y que contenga poros en los que pueda acumularse aire y agua.
Un sustrato que se compacta impide que la raíz de la joven planta lo explore y, por tanto, su crecimiento se ve frenado o incluso puede llegar a pararse por completo.
Para saber si tu sustrato tiene una estructura adecuada, apriétalo ligeramente con el dedo hacia abajo. Tiene que estar bando y ceder.
Retención de agua
Este punto es igual de importante que el anterior. Si el sustrato retiene demasiada agua, puede llegar a encharcarse: todo el aire es expulsado de los poros por el agua y la raíz se asfixia y pudre. La joven planta termina por marchitarse y muere.
Sin embargo, si el sustrato retiene muy poca agua, estará siempre seco ―incluso poco después de regar― y la raíz detendrá su avance, ya que se orienta buscando la humedad y no la encuentra. En consecuencia, la planta deja de crecer o crece muy lentamente.
Obviamente la macetas siempre han de tener agujeros de drenaje en la base para que alga el exceso de agua.
Comprueba cuánta agua retiene el sustrato dejando que se seque y regando después con un volumen de agua conocido. La retención será igual al volumen gastado menos el que salió por debajo de la maceta.
Nutrientes
Este punto es menos importante en las fases iniciales tras la siembra, ya que las semillas no necesitan nutrientes para germinar, solo humedad y temperatura favorables.
No obstante, si una vez que la planta germina no encuentra nutrientes en el sustrato, su crecimiento puede detenerse tan pronto como agote las reservas que contenía la semilla.
Asegúrate de que el sustrato tiene nutrientes. Si crees que esa puede ser la causa de que la planta no crezca, mezcla algún abono líquido con el agua de riego. En pocos días deberías ver resultados.
Patógenos
Los sustratos, las semillas y el agua pueden estar contaminadas con microorganismos patógenos que pueden provocar enfermedades en la planta una vez germine.
Esto es lo más complicado de controlar, pues no siempre se puede observar a simple vista. En ocasiones se puede ver como se forma moho sobre el sustrato. Esto puede ser un síntoma de que hay hongos y quizás algunos sean perjudiciales.
Generalmente, las enfermedades que atacan a las plantas recién germinadas suelen afectar a su raíz y a la parte baja del tallo, y se conocen como damping-off. Normalmente están producidas por hongos y las plantas afectadas no son recuperables.
Puedes preguntar en tu tienda de jardinería por un producto para desinfectar el sustrato de tu joven planta sin que se vea afectada. También puedes cambiar de sustrato, aprovechando para desinfectar la raíz de la planta.
Toxicidad
En ocasiones, puede ocurrir que el sustrato o el agua de riego contengan sustancias que resultan tóxicas para las plantas, especialmente si la concentración es importante o la planta muy sensible.
Comprueba que el agua de riego sea de calidad ―sin cloro, poco salina y poco calcárea― y que el sustrato no contenga sustancias tóxicas. Si dudas, mejor cambiar de sustrato y compra uno de calidad.
Ambiente poco favorable
Tanto para la germinación de la semilla, como para el posterior desarrollo de la planta que salga de ella, es necesario que se den unas ciertas condiciones ambientales.
Las más importantes son la temperatura y la luminosidad.
Temperatura
La mayoría de las semillas no germinan si la temperatura baja por debajo de unos límites y tampoco lo hacen si esta es demasiado alta.
Con temperaturas intermedias ocurre la germinación, pero es más rápida a medida que se aproxima a un valor óptimo ―distinto para cada especie.
Hay que buscar cuál es la temperatura óptima, mínima y máxima de germinación y de desarrollo de la especie de que se trate, así se podrá saber si no crece por ser esta inadecuada.
Luminosidad
Es bastante obvio una vez que la planta ha germinado, pero más confuso antes de que lo haga.
Todas las plantas necesitan luz para desarrollarse, ya que es su fuente de energía, pero no todas necesitan la misma intensidad o el mismo número de horas de luz. Esto hay que averiguarlo.
No obstante, las plantas recién germinadas no se deben exponer al sol directo, puesto que sus tejidos son aún muy tiernos, sus raíces muy incipientes y no están preparados para soportar tanta radiación y pérdida de agua.
Un lugar luminoso pero sin sol directo es lo ideal durante los primeros días y semanas.
Investiga si la planta que sembraste es de sombra, semi-sombra o sol directo, y cuántas horas de luz necesita al día.
Es muy probable que tu planta no crezca por alguna de las razones anteriores, o incluso por más de una. Si has llegado hasta aquí y sigues con dudas haz esto:
- Saca la planta con cuidado ―disgregando el sustrato.
- Lava sus raíces con agua limpia, remójalas en una solución fungicida para plantas y acláralas de nuevo con agua limpia.
- Lava y desinfecta la maceta o cámbiala.
- Compra un sustrato de calidad para semilleros y planta de nuevo la planta.
- Riega con agua de botella (no del grifo) o agua de lluvia.
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Leer másSoy ambientólogo, especialista en Gestión de la Calidad y del Medio Ambiente, autodidacta y embarcado desde hace casi dos décadas en el mundo web, amante de la naturaleza y de la vida saludable. Tengo un gran huerto familiar ecológico.